'Imago Mundi'. Libros para tiempos de barbarie y civilización

Cartel de la exposición "Imago Mundi"
Fecha
10 Noviembre de 2021 a 27 Febrero de 2022
Horario
* Martes a sábado, de 11 a 20 h.
* Domingos de 11 a 14 horas.
* Los lunes, los días 6, 8, 24, 25, 26, 30 y 31 de diciembre de 2021, y 1, 2, 5 y 6 de enero de 2022, la exposición permanecerá cerrada.
Lugar
Salas EP1 y EP2 · CICUS (C/ Madre de Dios, 1)
La Universidad de Sevilla organiza la exposición Imago Mundi, y lo hace en el marco de los diferentes actos celebrados con motivo de los 25 años de Ivorypress editorial de referencia internacional especializada en libros de artista, fundada por Elena Ochoa Foster. La Universidad de Sevilla se suma así a otras instituciones, museos, bibliotecas y universidades internacionales, entre las que se encuentran la Biblioteca Nacional de España, Neues Museum, Museo Reina Sofía, Universidad de Stanford, The Museum of Modern Art, British Library, Kettle’s Yard, Bodleian Library, Warburg Institute o Yale Centre for British Art.

Cada cierto tiempo el mundo se para. Entonces algunos en el mundo observan, leen el mundo y tratan de representarlo. Imago Mundi muestra el constante afán del ser humano por fijar, delimitar y compilar el fárrago de elementos físicos e intelectuales que componen el mundo. Desde el libro de d´Aill y en 1410, cuando el planeta estaba a punto de descubrir su otra mitad; a las pocas certezas que nos haya dejado los últimos acontecimientos a nivel biológico en la humanidad. Imago Mundi representa al mundo y el mundo es representado en los libros, en manuscritos, en la necesidad de pervivencia del saber, en la necesidad también de transmisión de ese saber, y, frente a esa necesidad, una poderosa fuerza destructora de humanidad que se ha desarrollado en la obsesión por la destrucción de libros. Una fuerza que ha ido generando una iconografía propia, una tradición, sobre la que también reflexiona esta exposición.

Introducción: Imagen y palabra

El relato, la necesidad de contar, es al mismo tiempo necesidad de autoconocimiento y necesidad de comprender la naturaleza. El mito es una imagen parabólica de la realidad, por el mito y su representación asimos la humanidad misma. El ánfora griega decora y al mismo tiempo enseña, se expande en su uso hasta formar parte de la educación visual de quien la observa. La Torre de Babel representa al mismo tiempo la capacidad técnica imprevisible del ser humano y el recordatorio de no se debe pretender ser más que dioses. Todo esto cabe en una imagen, de ahí a la escritura, al objeto que se enriquece con el mensaje, la espada o la bomba con un texto dedicado al destinatario, la pátera que invita a saciar la sed… esta tradición da paso a los compiladores, a los que comienzan a aglutinar documentos de representación, datos y reflexiones de otros que dan pie a abrir el mundo en más planos, a añadir capas de conocimiento que dotan a la imagen y a la palabra misma de más sentido. Aristóteles nos sirve como Pigmalión que sienta las bases del mundo representado, luego, San Isidoro de Sevilla, será el puente que una el mundo clásico con el medieval asumiendo su papel de enciclopedista universal, representación viviente del Aleph borgiano, del internet de nuestro días.

La ciudad y los libros

De la capacidad de organizarse, de compilar lo humano, de la necesidad de ubicarse en el espacio, nacen las ciudades que son representaciones de sus habitantes y que, con el tiempo, hacen que sus habitantes se identifiquen con ellas.

La casa y las bibliotecas: fragmentos del individuo

Si la ciudad nos significa la ubicación social del hombre, la casa lo hace desde el plano personal. Dentro de la casa, la biblioteca multiplica las ramificaciones históricas, culturales, de la tradición, y su proyección hacia el futuro. Reivindicar la biblioteca personal como espacio histórico, social y cultural; pero también como reflejo del lector que la atesora. La biblioteca como espacio de reflexión, de ensimismamiento, y como lugar en torno al que debatir y discutir acerca del tiempo en que se vive.

La palabra revelada. Espacios del espíritu

Hay libros que tienden a convertirse en representación física de la divinidad. Hay una necesidad de compilar códigos, categorías morales más allá de las leyes de los hombres. Esos libros y documentos generan una forma de edición, de representación física, y de capacidad simbólica únicas. Hay una manera de tratar de asir lo inexplicable, de representar lo que no es legible. La biblia, el Corán, el Talmud, son los libros sobre los que se fundamenta buena parte de la historia universal.

El control de la memoria. Naufragio del papel

Frente a la pulsión por contar y representar el mundo ha existido a la par otra necesidad humana por destruir el conocimiento, los libros físicamente. El escritor británico William Blades escribió a finales del siglo XIX acerca de la biblioclastia y los enemigos mayores que tienen los libros: el fuego, el agua, el calor, las polillas y, quizás los peores, la ignorancia y el fanatismo. La destrucción de libros ha dado lugar a una iconografía espeluznante que tiene que ver al mismo tiempo con la reivindicación del conocimiento. Cervantes debía ser consciente de la tremenda imagen que creaba en la mente de los lectores esa pila de libros quemándose bajo la ventana de don Quijote, o del choque emocional que debía suponer encontrar un buen día tapiada la puerta de tu propia biblioteca. Los libros destruidos se convierten en símbolos, pero también los lugares profanados como la biblioteca de Sarajevo destruida, inmortalizada por Gervasio Sánchez.

El viaje de los libros

De la transmisión del conocimiento, del viaje de los libros y de los hombres para conocer y dar a conocer. De la representación cartográfica y los instrumentos de navegación. De la necesidad primigenia por saber más acerca del universo, de la forma en que se rige el mundo y las estrellas. Unos libros, un conocimiento, que también han sido perseguidos en muchas fases de la historia. El viaje de los libros es, al fin, el viaje introspectivo, el encuentro después de todo el periplo expositivo a la conclusión fundamental

“Y la mañana al sol, junto a la barca, leer el mismo libro de mis días”.
Pablo García Baena

Galería de imágenes
Luis Méndez, este martes durante la presentación de la exposición. / Antonio Pizarro
Los libros ‘tiroteados’ de Idoia Zabaleta. / Antonio Pizarro